El problema de las viejas

El principal grupo que más problemas genera es el de las viejas, lo saben la mayor parte de los vitraseros, como alguno que lee este blog puede comprobar. También es uno de los grupos que más lo utilizan porque:

- Las viejas no suelen tener coche, bien porque el psicotécnico dice que ni hablar o nunca aprendieron porque en su época no se llevaba que las mujeres condujeran o por muchas más razones.

- Van mayores y se cansan enseguida si tienen que andar un poco, y distancias que a los jóvenes nos parecen escasas, para ellas son imposibles.

- Las que cobran menos o igual que el SMI de pensión tienen derecho a utilizarlo gratis, lo que hace que, unido al punto anterior, utilicen el autobús para cualquier cosa.

Y no hablo de los viejos, porque normalmente no hacen nada y a veces hasta son amables y todo. Y esto es porque los viejos llevan mucho mejor la edad, porque no necesitan presumir ni quieren tener 20 años toda su vida, aunque tengan 85, y eso hace que aumente la frustración.

Y antes de que una comisión feminazi censure este blog por decir cosas contrarias al pensamiento políticamente correcto concretaré en qué se transmite esa frustración:

- Quejas si el bus llega con retraso. Da igual que haya tenido que atravesar un atasco de 30 minutos, un campo de minas o una manifestación de trabajadores de lo que sea cortando la calle mediante una barricada, como llegue 5 minutos tarde ya se quejan.
- Deseos de subir primero. Suele pasar en Samil en verano o a la entrada y salida del Salsa Costas, en Tomás Antonio Alonso. De hecho, el año pasado hasta hubo golpes para subir primero.
- Echarle la culpa al conductor de errores propios: Ya sea por no pulsar el botón de parada, estar fuera de la parada, querer pagar con un billete de 20, 50 o hasta 100 euros... Que cada cual añada su anécdota
- Querer sentarse como sea: Hay varios asientos reservadas para personas con movilidad reducida. Esto no incluye a las personas mayores que aún pueden moverse perfectamente, y que pueden ir de pie sin poner en peligro su integridad física. A todos nos gusta viajar sentados, pero hay que entender que si no hay sitio, no hay sitio, y hay que ir de pie.

Y seguro que hay algo que se salga de estas categorías. Lo cierto es que aguantar a las viejas tiene mucho mérito, y hace falta paciencia y cierta dosis de amabilidad. Por suerte, las viejas pueden insultar, gritar o amenazar con que el hijo/nieto va a llamar a Vitrasa, pero pocas veces pueden llegar a agredir, único con el bastón, si lo llevan.